jueves, 30 de mayo de 2013

Pequeña Descripción literaria de la Señora, viuda o no, de Wakefield

       De vuelta luego de las fechas de parciales que me impidieron acercarles alguna recreación para sus ojos y sus mentes, les traigo este pequeño cuento que escribí hace unos años ya. Si alguien no sabe quién es Wakefield, personaje del genial Hawthorne, se los recomiendo. Una joya que pueden leer en: www.bibliocomunidad.com. Espero que lo disfruten (ambos).


     Siempre recordaría esa sonrisa. La cara de su marido apenas asomada entre la puerta y el ancho marco de madera oscura llenaría cada noche de los veinte años que compartió su lecho solamente con las frías sábanas y la humedad de las mañanas inglesas.


     Su historia puede dividirse varias veces. Primero fue una vida de niña y adolescente solterona. No importaba su belleza, sus buenos modales, su moderación al opinar o comportarse, su inteligencia algo más sensible que las demás. Pocos hombres la cortajaban y la mayoría no llegaba al mes de conocerla para reducir toda relación a una mera amistad.


    La segunda etapa fue signada por su matrimonio con el Sr. Wakefield. Él siempre había sido algo extravagante para ella, especialmente cuando él se sentaba en su alta poltrona por largas horas, fumando su pipa y mirando por el alto ventanal a la gente que paseaba por la calle empedrada. Ella siempre había soportado estoicamente los breves comentarios exóticos salidos de no sabía dónde, aunque a decir verdad, la divertían un poco. Él era perfecto para ella, o ella para él, o ambas cosas. Por eso no dijo nada el día su vida dió un brusco giro; cuando su marido se despidió, sintió que el mundo se le venía abajo, pero tenía la certeza interior de que no sería para siempre. También por eso, solo lo miró y le deseó suerte mientras que interiormente su corazón daba un vuelco, aunque sabiendo que no existía otra mujer para aquel hombre que ahora asomaba la cabeza y le dedicaba una sonrisa, seguramente sin soltar la valija que llevaba en una mano, reafirmando el beso que anteriormente le había dado. Ella esperaría, pero sabía que la espera jugaría con su imaginación, mientras sus únicos aliados serían la razón y su traicionero y cambiante corazón.


   Durante veinte años ni la rutina ni su cara cambiaron ni mostraron el menor signo de decadencia. Una viudez bien llevada -aunque ella dudara cada noche, mirando de soslayo el lado vacío de su cama, de ser realmente una viuda, aunque a fin de cuentas la muerte sólo es un viaje largo, según le decía el Reverendo Hawthorne mientras le dictaba cómo debía comportarse- y una digna vejez. La rutina no la dejaba preocuparse por la suerte de su marido, y cada noche, él aparecía como una idea obsesiva que casi no le producía insomnio, aunque muy de tanto en tanto había alguna en que no pegaba ojo.



   Por suerte no tenían hijos, tal vez porque ninguno se lo había propuesto... tal vez porque ninguno lo consideraba necesario... tal vez porque él había planeado este viaje hacia mucho tiempo atrás, incluso antes que se conocieran. O no.



    Lo amaba y lo extrañaba. con él en casa ella se sentía una niña. No había muchos mimos, pero cada gesto de él conllevaba inequívocamente una pasión tácita por cuidarla y protegerla. Ahora ella era solo sombra, una sombra rutinaria que miraba el pasado con añoranza. Por eso, cuando él volvió, su corazón saltó de alegría, su mente se atiborró de recuerdos, su cuerpo sufrió escalofríos de placer.



   -Ah. Hola. ¿A qué hora querés cenar?-dijo en ese momento



    Y volvió a su anterior vida, como la Señora de Wakefield.







P.S.: Investigando por la web encontré que existe un relato con la misma perspectiva cuyo autor es Eduardo Berti. Para ser sincero, no tenia idea que existía dicho relato, no lo leí y no tengo la menor idea si su relato y el mío coinciden en algo (más allá que el punto de vista sea la mujer del loco Wakefield). Quien lo haya leído y pueda comentarme a tal respecto le agradezco, sino lo estaré tratando de encontrar por ahí para saciar mi curiosidad. Por otro lado me sorprende que sean dos argentinos (me cuento como escritor, cosa que no debería hacer bajo ningún concepto, pero bueno...) que escribieron la segunda versión de este cuento estadounidense. Para ser justos dejo el link de la página\blog de Berti (www.eduardoberti.com), y le envío mis saludos.


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