Había una vez un pibe que se llamaba Fasito.
Le decían así porque era alto, delgado y muy blanco y además siempre olía dulce
y fuerte. Se dedicaba a pintar grafittis en la calle y el en barrio se confundían cuando decían "pintó Fasito". Por ejemplo; un día pasó
un patrullero y le pregunto a la barra quién había hecho una pintada en la puerta de la
iglesia, contestaron "pintó Fasito" y se los llevaron a todos menos al mismisimo Fasito, que estaba comprando aerosoles. Los colores que más le gustaban eran el
verde y el marrón. Según él "iban con su onda”. Era un romántico de barrio que escribía cosas como "Fasito acá se planta" "esquina del Fasito"
o "¡no me quemes!", aunque también ponía cosas como "puto el que
lee", pero eso ya le parecía medio infantil.